Como viajera el caminar por la ciudad de la Habana, guarda algo de magia y surrealismo. Ruinas habitadas de tiempos, sueños y desaires de una utopía revolucionaria contenida en los vestigios de una arquitectura neo-colonial, opulenta y mestiza. La presencia del mar deteriora y aísla la ciudad, aunque los pares conducen a ese horizonte plano e inalcanzable, el recorrido resguarda del sol bajo columnas de sospechosa estabilidad, almendros y esporádicas neblinas de petróleo. Sumergirse en la realidad cubana reconoce el sólido perímetro de lo oficial pero da cuenta de un mercado bajo el telón, de cooperación y ganancia, sin ofertas pero de contactos, entre el kilo y la caña, de iconos, risas y murmullos.
En cuba el tiempo se dilata bajo un sol eterno, donde la historia sobresale en pancartas y circula por la sangre de espectadores que desde el interior de sus balcones, aguardan a la espera o a la deriva, entre la precaución y la muela, la esperanza de un paso de escena sin cambio alguno.
Como artista este viaje ha sido una expansión a coordenadas de tal intensidad que enceguecen pero que se fueron aclarando bajo el intercambio y dialogo con los artitas residentes, con los cubanos, con los amigos. Esta experiencia fue una fantasía como aprendizaje personal y artístico, al compartir con Adri, Jimmy y Lázaro, tiempo, obra y vida, en una cercanía que pareciera de años, pero que en un solo mes nos sumergió en un apoyo mutuo a la creación de experiencias que se abre y contextualizan bajo ese espacio geográfico y político tan particular como Cuba, donde la realidad, el tiempo y las posibilidades, retan al arte, al ingenio y al ego mismo. En mi caso, las circunstancias y el corto tiempo de la residencia, distanciaron la idea de su realización, dejándome a la deriva, colgando de algunas hilos sobre el mar, a lo cual no quedo mas que rendirme y aceptar ese estado flotante sin dirección, pero que me llevo a otros puertos no consentidos anteriormente, como el dibujar un océano junto a niños que disfrutaban seguir esas diagonales de un mar que perdía su horizontalidad.
El proyecto que aguarda aun su realización “La ciudad de las columnas”, título extraído del libro de Alejo Carpentier, fue pensar una ciudad de solo balcones que colgaban a la deriva, donde la gente aguardaba en la distancia de un tiempo siempre presente, refugiados del sol, sin objetivo distinto que seguir esperando, inmersos en la contemplación de un mar que los rodea pero no los alcanza.
Batiscafo, fue el sumergible que en vez de transportarme a las profundidades me llevo a flote para visualizar y descubrir el paisaje y la situación cubana, inmersa en una leve sensación de deriva, esta me permitió ver hacia diversas direcciones y navegar por distintas coordenadas tanto personales como creativas, donde el recuerdo del mes de septiembre de 2006 se quedo inundado por el mar caribeño siempre azul y lleno de maravillosos recuerdos, experiencias y amigos.
http://www.batiscafo.org