Manizales, 14 de Marzo de 2014

Estimado Visitante,

Queriendo conversar con usted, inicio contándole mi historia. Nací hace algunos años. Esos primeros días los recuerdo con cariño. Éramos varios, cada forma se asemejaba a su silla. Del icopor reciclado, se talló la materia que me dio el alma, luego el yeso me dio la piel. Mi cuerpo estaba conformado de 4 partes, la última era como tener el mundo a mis pies, la que le seguía era mi extensión a tierra. Estas dos partes las perdí tempranamente, no sin antes haber sufrido intensas pruebas cromáticas, ensayaron los complementarios del amarillo y el violeta. También el azul ultramarino con visos turquesa, hasta llegar a este pálido verde grisáceo.

A la distancia creían que éramos todas señoras platicando en una amable sala con gatos y matas, ignoraban que aún estábamos en proceso de formación. Una época intensa en medio del afán del primer show. Las demás formas fueron quedando listas y yo seguía aguardando. Mi voluptuosidad melcochuda parecía no encajar, era pesado, nostálgico y a la vez parecía hincha de millos. Aunque me hubiera encantado guardar el balón, precisamente ese era el problema. Hasta el último día decidieron quitármelo, yo diría que fue una liberación, pues con cabeza en cada extremo no ascendían los pensamientos. Así, ligerito con solo 2 partes, fui admitido al show.

Después de aquella primera exposición, me puse en forma y gane peso para resistir otras presentaciones. También me compusieron un agradable paisaje, un paraje montañoso e inmóvil para reposar la mirada y aquietar la mente. El cuadro, las dos sillas y yo conformábamos la escena. La del observador con la mirada fija en el horizonte. Una escena abierta para que a través de mi postura, el espectador revisara la suya y entrara en el encuadre.

Con este montaje se viajó por Medellín y Pereira, hasta llegar a lo que ahora es mi casa. Supongo que cada uno tiene su destino. La de las esculturas son muchos, unas no salen del taller, otras se quedan en bodega, las de bronce perduran en la calle, de piedra o yeso. Y otras como yo, somos parte del mobiliario hogareño. No me quejo, me entretengo con la tele a la izquierda, mi pintura en frente y una ventana hacia el occidente. Como siempre, la silla vacía que me acompaña deja ver la soledad. Mi anhelo de que sea ocupada.

Esculturas como yo hay muchas, todas sometidas al paréntesis del tiempo. He oído que algunas les rezan, a otras las soban, les piden deseos, les echan flores, son objeto de golpes, formas de ideologías, objetos de belleza. Pareciera que encarnan algo más, con su sola forma.

Hoy me invitaron a la Caja, yo lo invito a que se siente conmigo. A que observe lo que yo veo y sea parte de la escena.

Con afecto

Jack

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