Detener el suspiro

11 de abril – 19 de mayo

Nueveochenta / Diagonal 68 # 12 – 42 Bogotá, Colombia

“Detener el suspiro” es contener la exaltación, es interrumpir un momento placentero, es aguantar un sentimiento contemplativo. En su más reciente proyecto, Natalia Castañeda invita al espectador a descubrir un paisaje obstaculizado por gestos manuales y residuos industriales, valiéndose de la pintura, el dibujo, la cerámica y el video para componer un escenario que cuestiona nuestra manera de aprehender y consumir la materia.

El paisaje romántico ha sido un motivo recurrente en el trabajo de la artista, quien desde el inicio de su práctica ha empleado la pintura, el dibujo y la escultura como medios para acercarse a este, partiendo de una mirada gestual y contemplativa. Su cercanía con la montaña, quizás, es lo que la ha llevado a establecer un vinculo con esa naturaleza sublime y virginal, en donde aún existe la posibilidad de aproximarse desde la distancia. Sin embargo, su percepción frente a la noción de territorio y naturaleza también ha sido mediada por una perspectiva contemporánea, en la que el paisaje es asimismo sinónimo de un tiempo interrumpido en su curso natural por exceso de basura y vestigios del consumo.

En Detener el suspiro, Castañeda contrasta la maleabilidad de la materia frente a la dureza de los residuos industriales y elementos cotidianos. Las cerámicas exploran la idea del barro y su ductilidad, presentándose como registro y memoria de acciones simples y cotidianas. Por una parte, los Caprichos son sujeciones de la materia, apretones a la tierra maleable, en los que el deseo y la fuerza revelan su impresión. Allí se reflejan las decisiones de la artista al momento de trabajar la arcilla, el impacto de sus manos, el movimiento de sus dedos, el roce con la superficie, su intención de agarrar y amasar.

Por otra parte, Anécdotas son una serie de encuentros en los cuales el movimiento se ve detenido o más bien acoplado, pues cada una de las esculturas está cuñada por un objeto de carácter industrial: botellas de plástico, trozos de icopor y residuos. Estas piezas dialogan con una serie de dibujos que dan cuenta del contraste entre lo orgánico y lo manufacturado, y su eventual enlace, evidenciando así la construcción de una nueva categoría de paisaje a partir de estas relaciones y encuentros: un paisaje en el que los desechos son ineludibles y cuya naturaleza es desviada desde lo romántico hacia lo doméstico y residual.



Este mismo juego de correspondencia y disonancia se hace evidente en el video Política Interior, en el que las manos se encuentran y se proyectan, generando un diálogo entre opuestos: izquierda y derecha; ducto y maleable; orgánico y artificial; simetría y defecto. La proyección sobre una mesa permite que el cuerpo del espectador se refleje y por tanto se encuentre con la imagen en movimiento. El contacto entre el brazo real y su representación genera una danza de repetición, seducción, dirección, recepción y, sobretodo, poder, cuestionando un cuerpo social que si bien muchas veces tira hacia costados distintos, realmente encarna los dos lados de un solo cuerpo. Esta relación entre activo y pasivo –derecha e izquierda–, ocurre también en la materia al ser esta moldeada por un cuerpo ajeno, y ocurre también en el paisaje, al ser este modificado, reconstruido y resignificado como una circunstancia de la contemporaneidad. / María Fernanda Mancera 

Volver arriba